30 Libros: Día 29: Mitología General, Felix Guirand
Posted by El Corsario Negro en 2011-09-13
«Propiedad del R. Lauro Sol»
– Ex-Libris en el libro Mitología General de Felix Guirand
A través del weblog Teoría del Caos, de René López, me entero del esfuerzo de Mauricio Montenegro de escribir la recomendación de 30 libros en un mismo número de días, con una condición muy especial en cada uno de ellos, lo cual está haciendo en su weblog 30 Libros.
A mi nadie me invitó, pero tratándose de libros, me invito yo solo. Empecemos.
29 Uno que se haya robado.
He prestado, sin obtener de regreso, decenas de libros. Y me consuelo pensando que son como botellas de naufrago, mensajes destinados a costas lejanas, a lugares hermosos, a nuevos lectores. Y me han robado un par de ellos. Y no guardo rencor, ya que en esos casos creo que el fin justificó el medio. Eran buenos libros. Lástima que nunca conseguí mi libro de «Piratas del Caribe» otra vez. Y una vez un primo mio se vio listo y me quitó de las manos un libro de la guerra nuclear que nos estaba «heredando» mi prima. El muy gañán. Como dije, se vio listo.
Por otro lado creo que no he robado libros. Nunca. A nadie.
Excepto uno.
Mi abuelo era Pastor. Pastor de hombres. Pastor protestante. Pero no era un fanático extrovertido que salía a la calle a gritar sin ton ni son, a vender «el atalaya» o a asustar a la gente con el fin del mundo. Tampoco hacia ridiculeces en el púlpito o curaciones «milagrosas». Era severo y formal, un verdadero padre para su congregación. Un hombre de valor y convicciones.
Y sabia de lo que hablaba.
Yo empezaba con mi adolescencia. Empezaba a ver un poco mas allá de mis narices. Empezaba a creer que entendía mas de lo que se me había enseñado. Y como todo adolescente empecé a buscar pelea.
Y mi abuelo era un rival.
Y era un rival de peso. No solo sabía, sino que tenía la experiencia de décadas de misionero. Educación teológica formal. Y, la mayor de mis ventajas, realmente me amaba. No solo como miembro de su congregación, de la cual estoy seguro amaba a cada hombre, mujer y niño, sino también como su nieto.
Y yo no le correspondí bien.
El ya era mayor. Estaba enfermo. Y yo creía que si le ganaba un argumento estaba ganando algo. Y no era así. Y después de que murió me di cuenta de lo tonto que fui al tratar de pelear, y vencer, a alguien que no lo merecía. A alguien que veía una conversión al protestantismo no como una victoria individual, sino como un acto de salvación, un acto de amor. Un acto divino.
Me quedé con un libro que me prestó. Un libro grande y pesado y formal de mitología. Por que él sabía de mitología. Nunca lo regresé a mi abuela. Nunca mencioné que lo tenía. Nunca lo quise devolver.
Es un pequeño pedazo de mi abuelo que robé, pese a que estoy seguro el me lo hubiese regalado.
Pero el libro me lo sigue diciendo en la primera hoja, en forma de un sello, para que jamás me olvide que no soy su verdadero dueño: «Propiedad del R. Lauro Sol».
Y así me avergüenzo no solo de haberlo robado, sino de haber peleado con mi abuelo, alguna vez, siendo que el no lo merecía. Una de las muy contadas cosas que lamento haber hecho en mi vida.
mili said
Corsario yo creo que tu abuelo te dio el libro con la seguridad de que lo apreciarias tanto que desearias conservarlo. Los padres y los abuelos inteligentes, saben como acercarse a sus jovenes hijos para que el mensaje de amor les llegue. Me has conmovido y cada ves te aprecio más.
neftali sol said
Muy interesante y sentido tu escrito, muchas veces comprendemos la sabiduria de los “viejos“ cuando ya se han ido. recibe un abrazo.